Cuasi modo
"Cuasi modo genetis infantis..." reza la primera parte de la oración colecta de la eucaristía del segundo domingo de Pascua. Domingo en que también celebramos el domingo de la misericordia divina. Hoy en Chile se celebra la "Fiesta de Cuasimodo", de orígenes centenario los campesinos acompañaban a los sacerdotes a dar la comunión a los enfermos el segundo domingo de Pascua, para evitar así los robos y asaltos de sus pastores.
Es un feliz encuentro de estas dos fiestas, la primera a nivel local, y la segunda a nivel del mundo. Cuasimodo recuerda en los campos de nuestro país que Cristo llega a todos, incluso los que están postrados en sus camas. Las aclamaciones que hacen los campesinos, y sus pañuelos blancos tapando sus cabezas indican que no vienen en son de guerra, sino en una actitud de protección y compañía, aunque ahora no hay bandoleros que asalten en los caminos sí lo son hoy, podríamos decir, los carteles de narcotraficantes y asaltantes inescrupulosos operan en nuestra ciudad andan intimidando. El amor de los hombres y mujeres de fe que quieren acompañar al sacerdote en su camino anunciando con sus monturas que el Señor va en camino de los más postergados.
Juan Pablo II, de feliz memoria, instituyó la fiesta de la Misericordia Divina, recordándonos que Dios por su infinito amor nos entregó a Jesucristo, y que el mensaje del Evangelio es Mensaje de Misericordia, Dios que nos acompaña en nuestra vida, y que da su vida para que en él tengamos la suya. Por ello cada cristiano tendría que reconocer que es por misericordia amorosa que Dios nos da de suyo lo que a nosotros no nos pertenece, pero que nos lo entrega por gracia. Y también es una llamada de atención a cada uno de nosotros que vivimos en un mundo en que el criterio es la competencia, el éxito, el placer, sin compartir.
Hoy segundo domingo de Pascua sería bueno recordar en qué sentido nosotros vivimos la misericordia de Dios, y también en qué profundidad compartimos la alegría y el gozo de que Cristo, nuestra pascua, haya querido compartirse con cada uno de nosotros por amor.
Juan Pablo II, de feliz memoria, instituyó la fiesta de la Misericordia Divina, recordándonos que Dios por su infinito amor nos entregó a Jesucristo, y que el mensaje del Evangelio es Mensaje de Misericordia, Dios que nos acompaña en nuestra vida, y que da su vida para que en él tengamos la suya. Por ello cada cristiano tendría que reconocer que es por misericordia amorosa que Dios nos da de suyo lo que a nosotros no nos pertenece, pero que nos lo entrega por gracia. Y también es una llamada de atención a cada uno de nosotros que vivimos en un mundo en que el criterio es la competencia, el éxito, el placer, sin compartir.
Hoy segundo domingo de Pascua sería bueno recordar en qué sentido nosotros vivimos la misericordia de Dios, y también en qué profundidad compartimos la alegría y el gozo de que Cristo, nuestra pascua, haya querido compartirse con cada uno de nosotros por amor.
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