Cuando son palabras las que nos faltan

Es un hecho que el uso del lenguaje en Chile es paupérrimo, reducimos los sustantivos, los calificativos, verbos y adjetivos, es muy común ver que en cualquier diálogo o declaración leemos o escuchamos: "La cuestión,... la situación,... la que,... la cual,... Simplemente vergonzoso para una cultura que tiene uno de los idiomas más ricos y enriquecedores del planeta.

Como decía Martin Heidegger: "La Palabra es la morada del Ser", que podamos señalar con palabras la flor, una familia, algo tan concreto y junto con ellas hablar del amor, del valor, que son virtudes tan abstractas cobijadas en el lenguaje humano, y que todos nos podamos entender con ellas, de veras es un salto cualitativo de nuestra especie. Una palabra puede tener muchos significados y eso es por el uso que le damos, y con el paso del tiempo se van habituando, en otros casos llegamos a forzar a las palabras para que contengan algo que en su génesis nunca tuvieron, y ello es simplemente por la comodidad. Nuestra modulación nos lleva a dificultar el entendimiento, estar cabizbajos sin levantar la voz. Un regalo tan precioso que nos lleva a perder el don más grande que tiene la humanidad: la comunicación. ¿Afecta eso a la relación con Dios?

En una primera y simple respuesta, más de alguno diría pero si las palabras sobran frente a Dios, y que en el corazón de las personas se centra la comunicación con Dios. Es cierto, y a la vez es profundo, pero en el corazón de esta experiencia está el deseo de comunicar, nos hemos diferenciado de las distintas especies porque podemos hablar: verbalizar las ideas, sentimientos, experiencias; podemos también capturar el tiempo con el lenguaje, porque somos capaces de conjugarlo, y a la vez, somos capaces de transmitir emociones nuestras acciones y experiencias. La comunicación es hacer partícipe al otro de aquello que estoy viviendo y he vivido, y que quiero vivir (a futuro). Pero en Chile estamos siendo testigos del empobrecimiento del uso de las palabras, pero a la vez se reemplazan las palabras por sustantivos y calificativos que tienen que ver con la genitalidad. Ese fenómeno es conocido como coprolalia. Y este fenómeno es una enfermedad psiquiátrica que cae cerca de la esquizofrenia.

Una persona que no tiene muchas palabras no tiene muchas ideas para pensar, y por tanto, tampoco será capaz de expresar las experiencias que vive en su profunda densidad de la experiencia misma de la fe. Si continuáramos con este proceso lógico, y, haciendo un poco de teoficción ¿qué hubiese pasado si los evangelistas hubiesen tenido un lenguaje paupérrimo? Muchos de los conceptos que tenemos hoy en la Iglesia no existirían -Esta es una de las razones por las que nos encontramos hoy con jóvenes que no entienden muchos de los misterios de la fe que se anuncian y enuncian-. La humildad no tiene nada que ver con la pobreza del vocabulario, y en Chile mismo cuando más uno se acerca al mundo del campo menos uso de la coprolalia; y, en caso contrario, el lenguaje es más rico que el usamos en la ciudad, y los rezos y oraciones que nos encontramos en la tradición oral es mucho más enriquecedora que lo que vemos en varias prédicas de la gente que nos tiene que instruir en la fe, ¿esto para poder llegar a la gente?.

Desde la experiencia bíblica, recordemos que tanto el antiguo como el nuevo Testamento nos hablan de la palabra, también muchas de las religiones antiguas nos relatan que el mundo conocido surge como la palabra proferida para que exista, es en el fondo que las palabras le dan un sentido a la existencia; por tanto sin palabras este mundo no cobra su sentido profundo. Para muchos también está el mundo de la oración cristiana, que aparte de los rezos y jaculatorias que se puedan tener está el deseo del corazón mismo de entablar un diálogo amoroso con aquél que es amor. Una oración se empobrece, cuando las palabras no están ahí para expresar lo que se quiere decir, y cuando son las palabras las que nos faltan nos sentimos pobres, y tratamos de justificarnos con que estamos ante el mundo del misticismo. El misticismo es el encuentro con aquel que es el repleto de palabras, pero que ante él, que es la palabra, nos callamos. ¿Pero cómo somos capaces de compartirlo?

Habrá que ser capaz de seguir leyendo a aquellos que con sus palabras nos muestran estos caminos de encuentro y de oración. Teresa de Ávila y Juan de la Cruz son buenos ejemplos en que las palabras no entorpecen, sino que invitan al encuentro con aquel que es el amor de los amores.

Comentarios

  1. Muy cierto. La comunicación es el primer mensaje que nos quiere dar Dios al auto-comunicarse (o revelarse)... además de ser el mismo una Comunidad de Amor por ser un Dios Trino.

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  2. gracias! adelante! a leer y a escribir (que es el mejor ejercicio :) muchos saludos!

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