Desde el dolor de la Iglesia

Dios siempre es misericordioso
Escribo artículo a causa de los hechos que han ocurrido durante estas semanas, meses en la Iglesia Chilena a causa de los escándalos por abusos de menores por parte del Padre Fernando Karadima. Son verdaderos, dolorosos y, usando un término evangélico, "escandalosos". Es el punto de partida de lo que ha ocurrido, y es lo que más me duele, nos hemos quedado en esta declaración que ha sido escandalosa. Muchos hemos escuchado estos comentarios, que ha sido lo más sano, pues otros han llegado a increpar a los que son consagrados, la gran mayoría de ellos son muy buenos y muy santos.

El pecado aquí del que se acusa a la jerarquía eclesial es de omisión, pero también existe una omisión que, como pueblo hemos también olvidado: cuidar, custodiar y demandar que nuestros pastores sean santos. Nos hemos quedado callados, y ese ha sido el dolor más grande; Gandhi lo decía de la siguiente manera: "Lo peor de la gente mala es el silencio de la gente buena". Hoy nos quedamos en los comentarios, y hablamos del "gran daño" que están provocando los hombres que dicen ser "representantes de Cristo", pero se nos ha olvidado que, como bautizados, todos formamos parte de este Cuerpo; por eso comparto la frase "el fracaso de la Iglesia es también el mío".

Pero vamos más allá, es el fracaso como pastores, pero también como fieles el que se ha dado aquí en Chile, si todos somos iglesia -Jerarquía y Pueblo Fiel-. La comodidad de esperar que todo transcurriera de forma normal no siempre es la mejor solución, y en eso fue que no hubo una respuesta concreta, y que lleva a que lleguemos al un letargo que no nos permite darnos cuenta del pecado que estamos viviendo.

No hay peor hecho que apuntar con el dedo siendo que también me estoy acusando a mí mismo de ser irresponsable de cuidar a mi Iglesia. Jesucristo mismo fue aquí el abusado, el silenciado, el humillado, e irónicamente ahora también está siendo acusado y denostado.

Y va a ser, desde aquí, desde la experiencia del humillado -la víctima-, quien se acerca al victimario, y sea capaz de dar su perdón y su redención. Podría esperar que sigan los comentarios de pasillo, de lo mal que está la Iglesia y sus pastores, pero no hablemos como si fuésemos espectadores sentados en nuestras cómodas sillas contemplando lo que pasa. Esto que ocurre me está pasando a mí aquí y ahora, y si seguimos este camino, sería bueno pensar antes de dar cualquier comentario hiriente, que cicatrices hay muchas ya. Lo que se necesita es un mensaje de esperanza desde las mismas víctimas. Creo que sería un buen ejercicio cuaresmal el practicar durante estos días la humildad, porque la actitud soberbia que en algunas épocas ha tenido la Iglesia por parte de algunos de sus miembros, ha de cambiar.

Comentarios

  1. Son de lamentar los últimos escándalos (Karadima, Legionarios de Cristo- padre Maciel -Germán Doig del Soadlitium Cristianea Vitae, etc.). Estoy de acuerdo con Cristián en que todos somos responsables de la Iglesia, sin excepción; y también los laicos participamos de estos dolorosos acontecimientos: por saber y callar, por haber visto y voltear la cara, por falta de auténtica caridad para llamar la atención. Hay, sin embargo, una responsabilidad que no nos corresponde a los laicos: la de los superiores religiosos por haber ocultado, duante siglos, estas malas conductas, con lo cual se privilegiaba la autoridad y la reputación de la jeraquía eclesial sobre la dignidad y el dolor de los afectados: una verdadera inversión de valores.

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  2. Muy buen artículo, Cristian. Muchas gracias...

    Un par de cosas...

    Concuerdo plenamente con lo que dices. Hoy nos cuesta asumir nuestro SER Iglesia.
    Hoy un estudiante en la clase de Religión me dijo "¿usted va a la Iglesia, profe?", yo le respondí que sí, pero luego corregí "No, yo soy parte de la Iglesia"... alcancé a hacer la corrección pero me/nos cuesta sacarme de la cabeza la concepción de que la Iglesia es un lugar, de que la Iglesia son los curas, de que la Iglesia es el Vaticano, etc. Nos falta mucho para lograr asumirnos como Iglesia que somos, pero vamos avanzando hacia allá.

    Lo otro. Sobre lo primero que dices: discriminar, por un mal ejemplo, a TODOS los sacerdotes. Hace mucho tiempo leí una entrevista a un poeta en la cual le preguntaban "¿Qué opina usted de los franceses?" y él respondió "No sé, no los conozco a todos".
    No generalicemos.
    Perdón por extenderme y no "hacer ayuno" en mis comentarios en este tiempo de Cuaresma.

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