Crisis para Limpiar El Alma

Lo que pretendo presentar aquí es la percepción de un hombre, teólogo, profesor, que ha caminado su fe en este período de cambios y más cambios estructurales dentro de la experiencia eclesial en Chile. He sido testigo de profundas crisis, a causa de escandalosos hechos que han minado la confianza en una institución que, durante el período de la dictadura militar, fue la voz de los sin voz; y hoy, parte de la jerarquía de la misma, se ha hecho agente para silenciar la voz de otros que fueron víctimas no de un tercero, sino de sus propios pastores.
Con la visita de Su Santidad, el Papa Francisco, a Chile se dieron varias cosas que eran esperables, y que fueron discursos comunes en varios comentarios (algunos faltos de contenido, otros defendiendo lo indefendible o hablando lo que otros habían escrito públicamente): el Chile que vino a acompañar el Papa Francisco es muy distinto al momento que vivió Chile que acompañó San Juan Pablo II. Era algo obvio, pero ¿qué es lo que cambió?, ¿la cantidad de asistentes?, ¿la forma de la organización?, ¿acaso fui yo?, ¿o quizás usted? No quiero profundizar en ese tema, pero hay varios elementos que hay que limpiar en el corazón, y que creo, Su Santidad se dio cuenta al momento de dejar el país.

Nos encontramos con dos visiones de Iglesia chilena

Una de las cosas que más me llamó la atención, y en vista a la logística y seguridad de la visita de Su Santidad, fue un mayor control y acceso de las personas que verían al Sumo Pontífice: todo por entradas, que uno podía pedir vía web, y que sin ningún problema podría acceder a ella para las cuatro celebraciones masivas y públicas que habría. Lamentablemente no se superaron las espectativas que los organizadores auguraban; y ello puede tener muchas causas, desde que la gente que quería ir a la misa del Papa, era la misma que hace treinta años fue a las celebraciones de San Juan Pablo II, vale decir, hombres y mujeres que teniendo 18 a 20 años en 1987, ya están cercanos a los cincuenta, e imagínese aquellos adultos que acompañaron esos memorables acontecimientos en Chile, mayores de sesenta e incluso setenta años; no todos tienen acceso a Internet, y conocimientos básicos para solicitar una entrada e incluso solicitarla en parroquia o colegio era algo complicado. Los organizadores apuntaban a otro tipo de personas, lo cual no se cumplió a cabalidad.

Una vez un amigo me dijo que en Chile los obispos viven a costa del respeto y valoración que hubo gracias a sacerdotes que "se la jugaron" por defender los derechos humanos, sacerdotes que estaban con la gente, que hablaban su mismo idioma y que ellos les entendían, a ejemplo de San Alberto Hurtado, Esteban Gumucio, Monseñor Raúl Silva Henríquez. El signo del Papa Francisco de ir a la tumba de Monseñor Enrique Alvear, es una llamada de atención para todos los obispos de Chile. Pero, seguimos gastando los créditos de una Iglesia que fue cercana a los fieles, una iglesia en que los obispos tenían "olor a oveja". Por otra parte vimos una Jerarquía, y varios sacerdotes, que sólo querían estar "para la foto", pero se les olvidó que son signo de unidad, he ahí el dolor de varios cristianos laicos que se ven desplazados porque "no son dignos" de asistir, no tienen los recursos, ¿quién los acompaña y protege? Fue muy fehaciente la actitud del Padre Mariano Puga, quien no concelebró con el Papa, pero sí estuvo con su pueblo y los acompañó, ¿acaso no son ellos también iglesia? ¡Claro que sí!

Nos encontramos así con dos Iglesias, una que está anquilosada, en el recuerdo de la anterior visita, y la otra que se quiere desenmarcar de los que son los marginados, parecieran ser turistas que no quieren "embarrarse", sin asumir que hay gente que necesita de misericordia, pero saliendo a las perifierias de la vida, sin desplazar estas periferias.

El momento de la misericordia

Si hubiese que rescatar un momento importante de la visita del Papa, sería la visita a la cárcel de mujeres de San Joaquín; el Papa se sintió con la espontaneidad y sinceridad del corazón arrepentido, los testimonios de gente humilde, que es acompañada con gente sincera y creíble. Francisco se fue con la sensación de encontrarse con el rostro de Cristo (porque estuve encarcelado y me fuiste a visitar). Y es lo que más recordó de su visita a Chile de vuelta en el Vaticano.

El momento del doloroso silencio y juicio injustificado

Era uno de los temas a tratar seriamente como iglesia, y esta visita estaba tomando ribetes de ser un punto de inflexión para el tema de los abusos sexuales y el silencio de algunos obispos frente a este tema. Se cayó tristemente en puras habladurías, pero también temas que son dolorosos. Un pastor debe ser signo de unidad frente a su rebaño (mis ovejas me conocen dice Jesús), las ovejas no van donde alguien no hace unidad y no es unidad o no trabaja por ella. Es más fácil escandalizar, y sumándole los medios de comunicación, junto con sus "comentaristas expertos", el tema puede ser más hiriente que la verdad al final queda en un segundo plano. Los juicios y las palabras no fueron las mejores, y eso ha llevado a la decepción y desilusión de varios frente a la actitud del Papa Bergoglio, y parece que él sí se dio cuenta del error cometido, al hacer un juicio sin justificación ni conocimiento, hubiese sido mejor callar que caer en el comentario. Pero al parecer su acción ha llevado a buscar la verdad, silenciosamente ahora, pero más eficaz.

Es momento de limpiar el alma de Chile

Espero yo, con el amor que le tengo a la Iglesia de Jesucristo, que esta crisis nos lleve a purificar el alma de Chile, hay muchos jóvenes que se ilusionaron con las palabras acciones del Papa, muchos que siguen a Jesucristo a pesar de que los modelos no son los mejores, y gracias a Dios el Espíritu Santo sigue obrando maravillas. Es necesario volver a limpiar el alma de Chile; el Santo Padre rescató muchas frases y palabras de San Alberto Hurtado, quien fue muy crítico de la Iglesia de su tiempo, y fue así porque la amaba. Espero yo que nuestros sacerdotes y los futuros que están en formación, sigan el ejemplo de este hombre de Dios; que seamos más humildes aquellos que hablamos de Dios frente a los demás, con un ejemplo sencillo y cercano; que los sacerdotes no caigan en la tentación de ser meros "gerentes de la fe", que reconozcan sus errores y traiciones a la misión encomendada, y que si es necesario, den un paso al costado para no escandalizar; y que sean ellos y no otros los que se hagan cargo de sus comunicaciones y que ellos den explicaciones de sus actos (se imaginan a un seguidor y no a Pedro pedir perdón a Jesús ¡por sus negaciones!). Si somos iglesia, la somos porque existen los pastores (jerarquía) y los laicos, cada uno con su misión específica dentro de esta comunidad. Y en Chile, podemos llegar a vivir una fe que se celebre, se profundice y se comparta con otros.

Comentarios

Entradas populares

Está escrito