El milagro de la vida
Estoy temprano en la mañana leyendo los diarios de circulación nacional, y en su gran mayoría hacen referencia al accidente que tuvo la hija del ministro de Economía, Andrés Velasco, y su señora, la periodista Consuelo Saavedra, ya que se encuentra con un coma inducido, para prevenir algún daño neuronal, si es que lo tiene. Muchos preocupados por el tema de la seguridad que hay que tener en vacaciones, especialmente por el peligro que se corre con las piscinas para los menores de cinco años (Ema, la hija de este matrimonio, tiene dos). Pero me llamó la atención la columna de un escritor, Cristián Warnken que el año pasado perdió a su hijo de la misma manera, la columna del día de hoy lleva por nombre "Página en Blanco", la transcribo en parte, para que la puedan leer, es preciosa, especialmente porque hace referencia a lo que hemos vivido durante este tiempo con el tema del Derecho a Vivir.
Página en blanco
(A Ema, Consuelo y Andrés, con todo nuestro amor).
Estoy frente a la página en blanco, tratando de escribir esta columna en este día de febrero, mientras veo al sol derramarse minuto a minuto en mi jardín. El sol no deja de aparecer, pase lo que pase, todos los días, para entibiar las hojas y los pájaros. Antes, escuchaba el monótono sonido del filtro del agua en la piscina, que me acunaba, como música de fuente.
Hoy, ese sonido ya no está: la piscina de mi casa está clausurada, pero presiento que un agua subterránea, invisible, sigue sonando en otro jardín, frente a otra ventana.
(...)
No puedo dejar de mirar ese pequeño barco ebrio, que volcó un niño -quizás mi niño muerto- al pasar. Que nadie lo toque, que nadie lo saque de su abandono sagrado a orillas de un puerto que no vemos. Cada niño es un capitán de un barco que no vemos. Los niños viven de milagro. Cada niño que camina, respira, juega, es un niño que para llegar ahí tuvo que sortear miles de pequeños grandes peligros, desde que fue semilla, desde que salió de la nada, chispa de luz que se encendió en la inmensa noche del azar. Escaleras abruptas, calles violentas, millones de virus y bacterias, enchufes, piscinas... Los niños viven de milagro y son un milagro.
(...)
Que hoy fuera un día de tregua, que la muerte dejara de buscar a los niños en todos los rincones de la tierra, que todos los padres del mundo sintieran la seguridad de que sus niños serán eternos, que estarán siempre jugando, saltando, cantando, llorando, para que nosotros podamos vivir. Porque sin esos niños que corren y saltan sobre el abismo de cada día, no podríamos vivir. Estaríamos muertos: de tedio, de vacío, de cinismo, de desesperanza. ¿Podemos imaginar un mundo sin niños?
Pero los niños viven de milagro y están revoloteando alrededor nuestro para gritarnos que la vida es un milagro, que cada minuto de sobrevida es un niño que con una espada de plástico o una niña con una muñeca-hada mantuvieron a raya a la vieja muerte. Nosotros ya fuimos derrotados: somos los muertos que vemos a los niños vivir, héroes de pequeñas batallas inmensas, que se dan en el aire, el agua, la luz.
(...)
¿No sabíamos, acaso, que hasta en lo más diminuto late un corazón? No lo sabremos si no nos hacemos pequeños, tan pequeños que quepamos en la lágrima de un niño, y naveguemos con él en ese barco "de mentira" que nos espera para partir, al fondo de nuestro jardín.
No me queda más que decir, que nuestra vida es el mejor milagro.
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