Tocando Fondo

Cuando nos acostumbramos a la vida, tanto con sus problemas como con su lados buenos y amables, pensamos que la vida debe ser así como la vivimos. En cierto sentido ese sentido de acomodarnos y acostumbrarnos a la rutina diaria nos hace no sentir dolor, y mucho menos plantearnos de aquello que estamos viviendo. Es el miedo a darle vuelta a las cosas y simplemente anestesiarnos a la insoportable vida.

Hoy simplemente cuando no queremos ver el camino que viajamos en un bus nos cerramos y no lo vemos, corremos la cortina, nos ponemos a escuchar la música envasada o, si el bus tiene la cualidad, vemos películas para hacer "más ameno" el viaje. No queremos ver el transcurso del camino, simplemente porque tenemos la capacidad de no hacerlo, y en el fondo sólo queremos ver el descenlace de este trayecto, pero no el trayecto en sí. Es lo que nos pasa en varios momentos de nuestra vida y lo reflejamos en varias experiencias simples: adelantamos canciones de un álbum que escuchamos por primera vez, también los capítulos de una serie (personalmente cuando un capítulo tiene actos de violencia intolerables, o diálogos que encuentro innecesarios, adelanto para saber qué fue lo que ocurre), dejamos de lado muchos detalles, a veces resumiendo todo pero no sabemos cómo se llegó a esto.


En las relaciones humanas nos está pasando lo mismo, nos hemos desconectado del recorrido de la vida, y simplemente queremos que la solución llegue ahora ya. Y si la solución no la asumimos realmente esperamos que "el tiempo haga su trabajo". Pero el tiempo no trabaja, son nuestras propias relaciones las que nos llevan a asumir, o quizá a adormecer, aquellas decisiones que debemos tomar. No niego que la mente funciona de formas muy misteriosas, pero siempre nos llevan a la misma encrucijada: tomar decisiones. Y en eso la fe cristiana no tiene excusas.

Si hay algo que nos enseña la Biblia y específicamente en el relato de la creación y de la caída del hombre es que el hombre es señor de la creación, y aún así es parte de ella; también nos enseña que la voluntad del hombre es la que conduce a sus acciones y que tiene que hacerse responsable de ellas. Y que lo peor que puede hacer es quedarse quieto, pues delante de Dios aparece la verdad de los actos realizados. La Biblia también es clara al explicarnos que dichas relaciones se darán cuando el miedo y la desconfianza aparezcan en la conciencia del hombre y de la mujer. 

Hombres y mujeres confiamos que en una relación que está siendo tóxica se puede cambiar, le dan al tiempo lo necesario para cambiar esta situación, pero no toman las decisiones necesarias para hacer los cambios precisos, a lo mejor porque nunca fuimos educados para enfrentarnos a decisiones que precisan terminar con las experiencias que se han vuelto dolorosas e insoportables. Quizá nos queremos hacer los fuertes, esperando que el milagro surja, pero simplemente nos encontramos con que la vida sigue igual... insoportablemente rutinaria, frases como "me dejó, pero ya volverá", "sí, lo sé, pero lo superaremos", "es algo pasajero, ya pasará" son comunes, y nunca vemos la salida real y concreta. 

Puede que, en este viaje, tengamos que descorrer esta cortina de la ventana del bus y ver el viaje que estamos realizando, bajarnos en una parada y ver el recorrido hecho, ser sinceros y tomar otro rumbo. Quizá por ello es que tenemos miedo a cambiar, y vivimos de ilusiones que nos mantienen a flote pero ¿en qué estamos flotando? ¿o simplemente seguimos cayendo?

Es necesario caer, porque es humano, porque es nuestro derecho, porque es parte de la vida, el miedo a caer es lo que nos paraliza, ya que nos lleva a no reconocer que no siempre tenemos el control de todo, seremos señores de nuestra vida, pero la vida misma es dinámica, y es lo que no invita a ser humildes. Sólo desde el fondo es que nos podemos poner en pie. Jesús levantó a quienes estaban en el fondo: al ciego de nacimiento, al paralítico, a la mujer adúltera que iban a apedrear, a ti y a mí. 

Estamos invitados a levantarnos, desde nuestras propias cenizas para recomenzar, siempre y cuando tengamos la voluntad de reconocer que estamos tocando ese fondo que nadie quiere reconocer que llegó a lo más bajo, lo importante es ponerse de pie, terminar con aquello que nos hunde y poder ser felices, porque es a lo que nos ha llamado Jesús.


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