Ha llegado carta

Con la reciente carta de su Santidad Francisco a los obispos chilenos, el día lunes después del domingo de la misericordia, se ha generado un verdadero punto de inflexión para la Iglesia Chilena. Es una respuesta esperanzadora para los fieles laicos de las diferentes diócesis de nuestra nación, y también es un fuerte llamado del Vicario de Cristo a sus ovejas que son conducidas por hombres que, en algunos casos, perdieron el olor del rebaño.
Escribo estas líneas como teólogo, hombre que ha jurado fidelidad a la doctrina y enseñanza de Jesús en las Escrituras y que ha sido continuada fielmente en la Tradición de la Iglesia: una sóla línea que se va actualizando conforme el paso del tiempo, pero que también ha sido un paso doloroso, y por mucho, en estos últimos años.

He visto cómo amigos, sacerdotes y laicos, por defender el evangelio de Jesucristo han sido sacados de sus cátedras por "comentarios de personas" que no entienden que la Buena Noticia de Jesús sigue, a pesar del pecado de los hombres que constituyen su Iglesia. He presenciado la "omisión" (en algunos casos la restricción mental -un bello eufemismo de no decir la verdad completa-) de denunciar el mal que está en el corazón de nuestros pastores, y que ha llevado al éxodo de muchos fieles de los templos y de los lugares de celebración, por una simple, pero profunda, decepción. He visto pastores que buscan voces de otros para que los representen y digan lo que piensan y sienten; llegando incluso a convertirse en verdaderos gerentes que necesitan representantes, es vergonzoso, pues ellos, los obispos, son los que tienen la misión de representar, son la voz de los que no tienen voz. Ha sido un viaje vertiginoso a un anquilosamiento que nos ha llevado a estar en un "Castillo de Invierno", tan denunciado por Karl Rahner.

Así también he presenciado el esfuerzo de muchos hermanos sacerdotes de mantener en pie una iglesia de los anawin, de los pobres de Yahvé, la Iglesia del Cardenal Silva Henríquez, de Monseñor Enrique Alvear, de San Alberto Hurtado y muchos otros que entendieron que el verdadero rostro de Cristo no está en el poder del dinero y el centro de la autoridad, sino que en la simpleza de la gente humilde y desplazada.

No puedo negar que el esfuerzo ha sido constante, pero dicen que un árbol hace más ruido cuando cae que cien árboles que van creciendo. Y eso es lo que ha pasado.

Hoy la carta de Su Santidad es un triple llamado tanto para católicos, como para los no católicos. El primer llamado es para los obispos de Chile, para que ellos hablen con la verdad, sin omisión, sin adornos ni eufemismos y, que aunque duela ésta, sea un espacio de liberación del corazón. Sólo así los pastores podrán dar la vida por sus ovejas. El segundo llamado es para todos los cristianos, a fuerza y ejemplo del Señor muerto y resucitado a perdonar por los hechos que han llevado a instancias de dolor y de vergüenza, un pastor no es tal si las ovejas no lo siguen, no es por designación simplemente, es un servicio no un lujo. Y el tercer llamado es a seguir siendo iglesia, todos estamos convocados a permanecer unidos, entiendo la vergüenza de Francisco, porque ha sido mal comunicado de hechos, situaciones, personas que sufrieron en carne propia el dolor del poder mal habido.

Entiendo que el poder enceguece, lo he vivido en carne propia, hablar de Dios da poder a quien emplea su nombre, te hace ser "diferente" y "separado" del resto, pero por esa misma razón hay que estar más atentos a las flechas incendiarias del demonio que actúa en nuestra soberbia.

Muchos de los pastores que son obispos hoy en día en Chile han sido profesores míos y trabajé en la Universidad como su ayudante de varios, y guardo intelectualmente hablando, un gran aprecio por ellos, pero ahora toca el tiempo de actuar conforme a la voluntad del Evangelio de Jesucristo y a la acción del Santo Espíritu de Dios; hay que ser valientes para reconocer los errores, no para seguir maquillándolos. Oro por todos y cada uno de ellos, porque sé que el Señor obrará conforme a su voluntad. Oro por la Iglesia, que necesita volver a levantarse, renovar su compromiso con el Señor, por el Papa Francisco, porque sé que va a ser doloroso este momento para él, pero dónde abundo el pecado, sobreabundó la gracia.

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