Todos los perritos se van al cielo...
En mis años de Universidad escuché a un profesor relatando una experiencia que había escuchado, y que era de un teólogo Alemán, el cual estaba hablando de la vida después de la vida, de cómo en las escrituras se habla de la resurrección y de cómo en el Concilio Vaticano II se explicaba el misterio más grande de nuestra fe: La Resurrección.
Al momento de las preguntas, sorprendió al expositor que un pequeño niño levantara su mano y preguntara "¿si yo me voy al cielo, voy a encontrar a mi perrito?" A lo que el teólogo mostró cara de sorpresa, y después de unos momentos de silencio contestara: "sí, tu perrito va a estar en el cielo". Consternados algunos colegas van donde él, y le preguntaban lo siguiente: "tú sabes que los animales no tienen alma como la nuestra, no tienen conciencia del cielo o del infierno o de la salvación, ¿cómo puedes entonces decir que ese animal va a estar en el cielo?" Tranquilamente, el teólogo responde con la siguiente afirmación: "Si el cielo es el lugar en donde se vive a plenitud el amor, en un grato encuentro entre Dios, que es amor, y el hombre que es amado y amante, todo lo que ha sido amado en este mundo estará en el Cielo, por tanto -prosiguió pacíficamente-, en el cielo va a estar ese animal que tanto ha amado ese niño". Todos quedaron sorprendidos ante la afirmación. También yo.
He querido contar esta anécdota, porque por muy teólogo que sea, por cuanto título y años de estudio que haya sacado, o por cuanto libro haya leído sobre teología, no me hace más sereno ante el tema de la muerte, y en especial de los seres queridos, hoy me está pasando. Y específicamente con mi mascota, un perrito de 16 años de edad, al cual lo he criado como si fuera mi propio hijo, tiene su historia, y como diría C.S. Lewis, conforme han pasado los años le hemos ido dotando de alma, tengo mucho dolor, porque siento que lo estamos perdiendo, tengo clara la esperanza cristiana, y con más fuerza repaso esta anécdota, teniendo la esperanza de que lo que alguna vez amamos en este mundo, en el venidero estará ahí presente, porque ha sido parte de nuestra felicidad y de nuestro amor. Ojalá que nunca dejemos de amar, y si hemos olvidado a alguien, no lo dejemos mucho tiempo de lado, tiempo para discutir y para perder hay mucho, pero para amar siempre es escaso.
Al momento de las preguntas, sorprendió al expositor que un pequeño niño levantara su mano y preguntara "¿si yo me voy al cielo, voy a encontrar a mi perrito?" A lo que el teólogo mostró cara de sorpresa, y después de unos momentos de silencio contestara: "sí, tu perrito va a estar en el cielo". Consternados algunos colegas van donde él, y le preguntaban lo siguiente: "tú sabes que los animales no tienen alma como la nuestra, no tienen conciencia del cielo o del infierno o de la salvación, ¿cómo puedes entonces decir que ese animal va a estar en el cielo?" Tranquilamente, el teólogo responde con la siguiente afirmación: "Si el cielo es el lugar en donde se vive a plenitud el amor, en un grato encuentro entre Dios, que es amor, y el hombre que es amado y amante, todo lo que ha sido amado en este mundo estará en el Cielo, por tanto -prosiguió pacíficamente-, en el cielo va a estar ese animal que tanto ha amado ese niño". Todos quedaron sorprendidos ante la afirmación. También yo.
He querido contar esta anécdota, porque por muy teólogo que sea, por cuanto título y años de estudio que haya sacado, o por cuanto libro haya leído sobre teología, no me hace más sereno ante el tema de la muerte, y en especial de los seres queridos, hoy me está pasando. Y específicamente con mi mascota, un perrito de 16 años de edad, al cual lo he criado como si fuera mi propio hijo, tiene su historia, y como diría C.S. Lewis, conforme han pasado los años le hemos ido dotando de alma, tengo mucho dolor, porque siento que lo estamos perdiendo, tengo clara la esperanza cristiana, y con más fuerza repaso esta anécdota, teniendo la esperanza de que lo que alguna vez amamos en este mundo, en el venidero estará ahí presente, porque ha sido parte de nuestra felicidad y de nuestro amor. Ojalá que nunca dejemos de amar, y si hemos olvidado a alguien, no lo dejemos mucho tiempo de lado, tiempo para discutir y para perder hay mucho, pero para amar siempre es escaso.
Mi perro era como mi hijo. Cuando se murió (17 años) se quedó dormido en mi cama. También me cuestioné que pasaría con él y me di cuenta que no se nada de la muerte. Aunque tengo fe y mucha teología en el cerebro, la muerte seguirá siendo un misterio. Gracias a Dios.
ResponderBorrarGracias por tu post, me alegró mucho leerlo.
No creo que vayan al cielo en la gloria como nosotros, pero sí que sabremos las razones que Él tiene para no haberlos dotado de un alma inmortal. En ese sitio ya no habrá dolor alguno, pues Dios secará toda lágrima y sólo su presencia será lo importante, lo demás será accidental.
ResponderBorrarYo pienso que como la felicidad será completa y la plenitud, total, tendremos lo que hemos amado de un modo mejor de lo soñado, inclusive tu perrito.
Saludos, hace tiempo que no me aparecía :) ¡Ánimo!
Acabo de encontrar tu blog, buscando "perritos al cielo". No dudes que tu perrito fue un ángel, que Dios mandó para que lo puedas sentir cerca, a través de esos ojitos sinceros y esa colita que expresaba la felicidad por tu existencia. Cada vez que te sientas triste porque te hace falta, agradece a Dios por los 16 años que compartieron y te sentirás mejor.
ResponderBorrarTe agradezco la anécdota que compartes, si me permites voy a hacerle link desde mi blog... lo hice para consolar a quienes hemos perdido un animalito querido.