Sin ánimo de ofender.

Este día ha sido bastante ajetreado, a pesar de ser feriado, he tenido algunas conversaciones que me han dado para pensar, y también para escribir en mi blog, y la razón de estas líneas fue una de estas conversaciones. Una amiga mía que profesa otra religión, ha tenido una serie de discusiones con amigos sobre que la religión (específicamente las iglesias) ocupan tácticas modernas de persuasión -empleadas en las empresas- para que sus adherentes no se vayan de "sus manos". Le expliqué que el esquema de cantar antes de escuchar la palabra (de Dios o de algún pastor) no ha sido una invención moderna de algún psicólogo, sino que ha sido la práctica de siglos y siglos, y que han sido las mismas empresas que se han percatado del poder que tiene este esquema de adhesión. Nada del otro mundo.

Ahora bien, esta conversación me dio para pensar el ánimo de desacreditar a todos los seguidores de Cristo, ya sea por el tema político, económico, o social. Siento que cuando los cristianos vamos por la dirección de nuestro Maestro, no nos toca otro desenlace que la cruz misma. "El discípulo no es mayor que su maestro", ya lo decía el mismo Jesús. ¿Cuántas cosas nos han dicho?, y nosotros sin ánimo de ofender, callamos y no denunciamos. Creo que como cristianos tenemos que poner los puntos sobre las íes, puesto que no es cualquier cosa la que defendemos, no es una idea o ideología, sino que es una persona, Jesucristo.

¿Qué ocurre cuando una persona te habla de su fe con fundamentos, que no son solamente bíblicos, sino que históricos y científicos? Pues bien, a las personas de alrededor las empieza a irritar, y los demás, al ver que no "te pillan", se dan como por ofendidos, para luego tratar de desacreditar, varias veces me ha pasado, porque para el otro no es simplemente una conversación, sino que se toma como una cruzada personal de llevar a su verdad. En esto no se puede caer en soberbia, sino que en una actitud humilde, de ayudar a llegar a un consenso.

Tenemos que cultivar nuestra fe, profundizando, orando, celebrando en comunidad, compartiendo. Sólo así podremos dar razón de nuestra esperanza.

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