Resurrexit!
En esta semana santa quería dejar de lado la experiencia del sufrimiento redentor de Cristo, para centrarme en la visión de Dios que cada uno va construyendo a lo largo de la vida, Christian Duquoc en su libro "Jesús hombre libre", condensaba en pocas páginas la expriencia del Dios de Jesucristo, un Dios misericordioso muy distante al Dios "justiciero" que planteaba una corriente de pensamiento del Antiguo Testamento.
El Dios de Jesucristo que se sienta en el trono de la misericordia, no hay condena, no hay castigo, la opción es del ser humano, quien escoge el camino de Dios y apunta hacia el corazón. En su pasión, muerte y resurrección se abre una nueva vida, una nueva visión de la libertad: para esto vino Cristo, para hacernos libres.
La libertad de Cristo, va por sobre la autoridad que tenía la Ley en su época, también en su forma de pensar y de actuar, mas es en su muerte donde se manifiesta la fuerza del amor de Dios, pues él, libremente da su vida por nosotros. Pero, ¿qué ocurre con su muerte? ¿Es ahí dónde se da la última palabra? ¡No! Para Jesús la muerte es la última palabra de éste mundo, dejando a este hombre plenamente libre encerrado en el periplo de la historia humana; pero para el hombre, la palabra que puede ser proferida a continuación viene sólo de Dios, y esa palabra es la resurrección. Jesús es el modelo de la libertad humana, porque ya no está bajo el yugo del poder de la muerte, él es ahora Señor de la Muerte, con su propia muerte nos libera del peso y del dolor de pensar que la muerte tiene dominio sobre nosotros.
Hemos de mirar ahora con los ojos de los hombre libres de Dios la muerte como un mero paso en nuestra existencia, no buscando en ello el dolor y la soledad, sino que escrutando en nuestra historia los signos que nos conducen hacia la plenitud de la vida, que sólo viene del mismo Cristo, hombre verdaderamente libre.
Resurrexit! sicut dixit, aleluia!
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