Adviento

Hoy se inicia en el calendario litúrgico de la Iglesia un nuevo año. Concluimos las 34 semanas del tiempo ordinario, y hoy empezamos a prepararnos nuevamente para la venida del Señor, Adviento (adventus: venida). La enseñanza de la Iglesia, en las celebraciones dominicales nos recordará las figuras proféticas de Isaías y Juan el Bautista con el grito: "Preparad el camino al Señor", y también los anuncios de Jesús a estar siempre atentos a los signos, a levantar nuestra cabeza y mirar hacia el cielo.

Adviento nos va a recordar dos momentos importantes de la vida cristiana: nuestra meta y nuestra razón de ser en el mundo por el misterio de la encarnación. Recordemos que el Adviento nos prepara para la navidad, pero junto con esta solemnidad nos recuerda que nuestra vida no acaba aquí, sino que lleva a una meta, a una finalidad que va más allá de nuestra vida. Nos recuerda que nuestra vida está relacionada con la esperanza, la alegría que nuestra vida está de la mano con el Señor, que a pesar de no tener todo claro vamos caminando hacia un punto de llegada, el encuentro amoroso con el Padre de Jesucristo, nuestro Padre; por ello las lecturas que veremos en estas dos semanas tienen un carácter apocalíptico, junto con el mensaje: estén preparados, ninguno de nosotros conoce el día ni la hora, pero sí tenemos la certeza que va a ocurrir. Después, en la tercera semana de adviento viviremos la experiencia más humana, y más relacionada con la Navidad, la preparación de nuestra vida para acoger nuevamente a Jesús en nuestro corazón, para que hagamos de nuestra vida un Belén, un espacio íntimo, un espacio para escuchar el llanto de un niño recién nacido, las caricias de una madre y la escucha de un padre que cuida a Madre e hijo.

Espero que estas reflexiones en torno al Adviento nos ayuden a comprender que nuestro caminar como cristianos nos llevan a una esperanza activa de nuestra vida, de nuestra sociedad.

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