Documento de Aparecida: Cristo Jesús, el mejor regalo de nuestra vida, (Fuente Zenit.org)

Un artículo del obispo de Tehuacán, Monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, publicado por Zenit.org, que profundiza en la Cristología vista desde la gracia (ya que habla en el documento de Aparecida de Cristo como el mejor regalo para la vida.


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Vuelvo al Documento de Aparecida, el cual es fruto de la V Conferencia General de los Obispos de Latinoamérica y el Caribe, que tuvo lugar en Aparecida, Brasil, el pasado mes de mayo.

El tema central del Documento es que por el bautismo estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida.

Entresaco y comento algunos números del Documento, que sirva como una motivación para que usted acuda a dicho documento y lo lea de manera íntegra, con mucho provecho.

“Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo.” (DA 29).

“En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.” (DA 28).

“La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría de la buena noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y compasión (cf. Lc 10,29-37; 18,25-43). La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios.” (DA 29).

“Creemos y anunciamos ´la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios´(Mc 1,1). Como hijos obedientes a la voz del Padre, queremos escuchar a Jesús (cf. Lc 9,35) porque Él es el único Maestro (cf. Mt 23,8). Como discípulos suyos, sabemos que sus palabras son Espíritu y Vida (cf. Jn 6,63.68). Con la alegría de la fe, somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación.” (DA 103)

Si nos hemos encontrado verdaderamente con Cristo Jesús, no podemos quedar indiferentes ante su presencia. Por principio de cuentas, eso nos lleva a dejarnos amar, porque Él nos ha amado aun siendo nosotros pecadores. Reconociéndonos amados por Cristo Jesús, Quien nos trae el amor de Dios Padre, nos sentimos impulsados a amarle de la misma manera. Esto es la conversión: dejarnos amar y amar, cambiando nuestra forma de pensar y de vivir, aceptando a Cristo totalmente, de manera especial su cruz y su resurrección.

Por lo mismo, nos vemos motivados a cultivar nuestra relación con Cristo Jesús como discípulos y misioneros. El Papa Benedicto XVI ha dicho, gráficamente, que “discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva.” (Discurso inaugural a la V conferencia)

Nos ayuda a crecer como discípulos misioneros la preparación y la celebración de los sacramentos. Las pláticas que se dan en este sentido, no son como una camisa de fuerza que se tenga que poner para poder recibir el sacramento, sino una magnífica oportunidad para incrementar nuestra conciencia y vivencia de discípulos misioneros. Lo mismo podemos decir de la catequesis permanente, que no ha de estar reducida a la edad infantil, sino que debe prolongarse toda la vida. Lo digo pensando especialmente en los jóvenes y los adultos.

Por otro lado, esta formación constante o permanente como discípulos misioneros, que no sea sólo de manera individual, sino en comunión, puesto que los discípulos misioneros de Cristo Jesús somos hijos del mismo Padre Dios, por lo mismo hermanos entre nosotros. Al respecto, recordamos lo que nos decía el Papa Juan Pablo II al inicio de este milenio sobre la espiritualidad de la comunión, que es:

• “Una mirada del corazón sobre todo hacia el misterio de la Trinidad que habita en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado”.

• “Capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda del Cuerpo místico y, por tanto, como ‘uno que me pertenece’”.

• “Capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios: ‘un don para mí’”.

• “Saber ‘dar espacio’ al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cfr. Ga 6,2). (NMI 43).

Que la vivencia, la relación y las actividades de que usted tenga este día, sean disfrutando y compartiendo el máximo regalo de Cristo Jesús en nuestra vida.

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

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